Reflexiones I

-La aparición del hombre sobre la tierra ¿inevitable o casual?

Si nos situamos en una postura creacionista podríamos decir que es inevitable puesto que es un suceso cierto ya acaecido y verificado, y no le concedemos al dios eterno, intemporal (acto puro) la capacidad de cambiar de opinión. Pero así entre nosotros, quien sabe por qué casualidad un buen día se levanto con espíritu creativo en lugar de autocontemplativo. Quizá un mal sueño, o la frustración de quemar las lentejas cuando preparaba la comida… de ser así, estremece pensar que si Dios hubiese tenido un robot de cocina Chef 2000, la humanidad podría no haber sido creada.

Enfocándolo desde un punto de vista lingüístico y posthistórico (de hechos consumados), definiendo como Tierra “el planeta de origen de la especie humana”… entonces, sí, es inevitable de necesidad. Por definición.
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Pero me pongo es un plano científico, más de andar por la tierra, que no es que mirar al cielo sea malo, solo que da tortícolis y las farolas no avisan cuando se te ponen delante durante un paseo. Pues con esta premisa no creo que se pueda tomar partido por una u otra opción. Parece que es una cuestión de estadística. Lo primero de todo es tomar conciencia de lo inconmensurable que es el Universo, tanto que realmente es misión imposible tomar conciencia de ello. Podemos hacer buenas aproximaciones de la mano de Sagan (cómo no). Pero bástenos con las palabras de un conocido científico conquense quien, ante la pregunta de cómo de grande era el Universo, contesto con un lacónico: “muchismo”. De hecho, ni siquiera podemos concebir la ingente cantidad de estrellas que nos acompañan en la Vía Láctea, que es solo una entre la legión de galaxias igualmente atestadas que pululan por las esferas cósmicas. Y los planetas, solo en nuestra galaxia, se cuentan por billones. Otro medio de aproximación al conocimiento, menos metodológico pero quizá tan efectivo como el que más, es echar un vistazo a la M-30 un lunes en hora punta. Hay magnitudes que la mente humana no está preparada para percibir.

Por otro lado, consideremos que hace tan solo una década, la vida era considerada una extrañeza sumamente improbable de encontrar en algún otro lugar que no fuese nuestra Tierra. Se glosaban para ilustrar este asunto toda una serie de casualidades a cual más improbable, todas ellas im-pres-cin-di-bles para que de la coctelera saliese no solo un ser racional capaz de preguntarse sobre la necesidad de su existencia, sino también la más ínfima vida unicelular de la que teníamos noticia. Todas estas innumerables improbabilidades se habían concentrado contra toda ley estadística en un único esferoide de roca para dar lugar a la orgía de vida de la que (evolución mediante) henos aquí en los albores de la sociedad de la información. En definitiva, concluíamos, tan improbable cúmulo de casualidades no se pueden repetir por ahí, no me vengan ustedes con que hay muchas estrellas y planetas. No, no y no.
Sin embargo hoy sabemos que la vida no es tan improbable como antes creíamos. Que todas esas premisas que le habíamos impuesto a la vida para suceder, eran erróneas. Que no solo la vida aparece con una tenacidad inusitada donde antes la creíamos imposible, sino también que existen tipos de vida que antes considerábamos imposibles, creyendo (erróneamente) que toda vida tenía que basarse en el abc del carbono a nuestra imagen y semejanza. Un pecado de vanidad, quizá. Los extremófilos hallados en las bocas volcánicas de los lechos oceánicos, los organismos encontrados en ecosistemas cerrados cuya vida no se basa en el carbono, o los microorganismos llovidos del cielo a bordo de meteoritos, nos aleccionan en la idea de que la vida no solo no es una rara avis en el cosmos inorgánico, sino que a poco que miremos nos vamos a encontrar con ella, eso sí, en formas unicelulares y poco más. Cabe preguntarse ante estos descubrimientos si es de justicia aplicar el prinicipio antrópico a la hora de interrogar al cosmos, cuando ya en nuestro insignificante terruño encontramos excepciones a la regla del carbono.

Parece que me voy por las ramas, pero ya mismo sintetizo:
Si unimos el hecho de las inconmensurables magnitudes de estrellas y planetas que abarrotan el cosmos, con el conocimiento de la frecuencia más que estimable con que la vida surge en los entornos variados y con estructuras químicas variadas… y haciendo uso de la elemental ciencia estadística, o incluso por qué no, del sentido común a ojímetro, es fácil concluir que era inevitable que acabásemos brotando aquí o allá. Por otro lado, para que ese brotar del ser racional se diese a partir de la vida unicelular, tuvieron también que darse no pocas casualidades evolutivas y en muchos otros órdenes (geológicos, climáticos…) que en infinidad de sitios no concurrieron. Sin ir más lejos y al parecer, Marte sería uno de ellos, donde no hace mucho se han apreciado huellas de escorrentías de fluidos líquidos (probablemente agua). Fíjate, no ha habido que ir muy lejos en el vasto cosmos, ¡qué no habrá en el espacio insondable! Un suceso puede ser improbable a más no poder, pero cuando tanto va el cántaro a la fuente, es seguro que acabará rompiéndose. Pues eso, estadística.

En respuesta a la pregunta: era inevitable que se diese la casualidad.

Nota del A.: viene al hilo de conversaciones con Lucrecia, no la de Borgia, sino la otra.

6 thoughts on “Reflexiones I”

  1. los extremófilos, sí, justamente ayer vi un documental sobre ellos, pero ya los conocía, camarones y otros bichos que viven en las inmediaciones de unas toberas, a no sé cuantos miles de metros de profundidad y presión, en medio del agua hirviendo y respirando una tinta negra compuesta por anhídrido sulfídrico, es decir, olor a pedo.
    Que lo parió… eso es aguante, no como nosotros que cuando alguien se tira uno en el autocar o en la fila del banco entra a mirar para todos lados a ver si descubre al hijoputa que ponga cara de “yo no fui”, para matarlo por asqueroso.
    En fin, los científicos y sus boludeces… mandan robots a esos infiernos insondables por las puras ganas de complicarse la vida. Bastaría que vengan a echarles un vistazo a los argentinos y ya verían como los camaroneshuelepedos son unos niños de pecho. Claro… no vienen porque no se animan a descender en Ezeiza, aeropuerto internacional sin radares, operado a puro control manual por unos cuantos (argentinos) que mientras reubican jumbos y airbus como sardinas en lata discuten por el partido del domingo (discución vana pues se sabe que Boca es el mejor equipo del mundo), mastican sánguiches de mortadela, toman mate, le miran el culo a las compañeras de trabajo, se lucen aumentando anécdotas sexuales, se rascan los huevos, se distraen contemplando el horizonte (repleto de jumbos y airbuses), se mondan los dientes, y de tanto en tanto, dirigen alguna mirada desinteresada donde todos esos puntitos se aglutinan -milagrosamente- sin chocarse.
    Pero si algún valiente se atreviera a descender a estas tierras, vería cerca de 40 millones de extremófilos, sobreviviendo a pesar de que todo indica que eso es imposible.
    Los argentinos existen. ¿Qué más pruebas necesita el mundo de que la vida en otros planetas es posible e inevitable?

  2. Nota mental: cuando vallamos al Machu Pichu, ir en barco.

    ¡¡40 millones?? Pero chico, si aquí somos 44 y no ocupamos más que Entre Rios y Corrientes juntos, ¿que forma de desaprovechar el suelo es esa? Nada, nada, ahora mismo te mando por correo certificado un par de alcaldes corruptos y un puñado de constructores sin escrúpulos y en menos de los que tarda un extremófilo en decir “tururú” le tenemos el 80% del suelo hormigonado y las costas alicatadas. Materiales de primera a plena satisfacción de la empresa contratante. Eso sí, luego les toca a ustedes hacer su parte con las minas para ocupar el parqué inmobiliario.

  3. y sí… siempre fuimos pocos para tanta geografía. Yo creo que la geografía nos queda grande.
    También nos queda grande la historia.
    Bah… nos quedan grandes todas las materias XD
    En cuanto a mandarnos corruptos, te diría que no no no gracias pero en realidad… que le hace una mancha más al tigre? pasarían completamente desapercibidos. Es más, tal vez lo que para vosotros es un corrupto aquí por comparación fuera un hombre probo.
    Entre Ríos tiene una densidad poblacional aceptable igual que varias provincias más, pero hay otras que están compuestas de pura extensión despoblada. Es llamativo ir al sur y viajar cientos de kilómetros sin ver no ya un poblado, sino al menos alguna casita solitaria.
    Incluso en las provincias pobladas, las zonas menos favorables por su geografía quedan casi desiertas.

  4. En vez de a Machu Pichu tendremos que pasar entonces por Tierra de fuego, aunque te quede un poco menos a mano.
    Pues no echéis eso a perder. A mi me suena a paraiso. Naturaleza virgen. Me encanta la idea de que haya tierras que no pertenezcan a nadie, sin vallas, con animales que están porque sí, y no para producir lanas, carnes o bolsos Luis Buiton. Recorrer kilómetros sin ver tendidos eléctricos. No es que aquí no haya de eso, hay “parques naturales” pero no dejan de ser recintos delimitados y desde luego no tienen una escala como para hacerse esa ilusión de andar “cientos de kilómetros” sin ver civilización.

  5. No te engañes. Extensiones ilimitadas hay, pero todas toditas tienen dueño. Y esos dueños acumulan hectáteas no por miles sino por cientos de miles. Y por lo general esos dueños tienen apellidos ingleses y no viven aquí. Ahora incluso, se ha puesto de moda comprarse lagos enteros y grandes extensiones con acuíferos subterraneos, o arroyos de tamaño que haría que vosotros los llaméis ríos, y cercarlos, poner carteles de PROPIEDAD PRIVADA PROHIBIDO EL PASO y listo. Ya encontrarán en algún momento la forma de llevarse toda esa agua potable, en aviones o en barcos, algún sistema que seguramente parecerá tan absurdo y desmesurado como los propuestos por G. Márquez en sus descripciones de los emprendimientos de la gente de Macondo.
    Animales silvestres (como guanacos, ñadues, carpinchos, perdices, zorros, ciervos, jabalíes) también hay, según donde. Pero el resto tiene un destino bien señalado, no creas que hay ovejas que no se esquilan o vacas que andan por ahí comiéndose el pasto gratis.

  6. pero hombre, ¡por supuesto! tomar el té de las cinco requiere mucho espacio libre alrededor según el rito de westminster abey. A ver si somos más solidarios con esa pobre gente de mostacho y bombín que solo quieren ejercitar pacíficamente sus costumbres, y que además, no lo olvidemos, son el summum del refinamiento.
    (parece que hoy es uno de esos días que me los paso soltando tópicos…¡qué cruz!)

    [quote post=”46″]arroyos de tamaño que haría que vosotros los llaméis ríos[/quote]
    jaja, no lo dudes, a cualquier cosa le llamamos nosotros rio, si vieras el Manzanares (el “rio” de la capital)… pf. Cuando viajé por Francia me asombró mucho los rios que tienen las ciudades, incluso las pequeñas de provincias, eso si da caracter a una ciudad. Menudos paseos por la ribera, ¡qué puentes!. Esto de aquí es básicamente un secarral, y al parecer cada vez lo será más… nos esperan tiempos dificiles (vaya, ahora me he puesto tremendo, casi estaba mejor el modo topiquero)

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