Cita

El día ha llegado, la hora se acerca. Me rodean los tejados cadenciosos de la ciudad eterna, a cientos, miles de kilometros de distancia. En los tejados me acompaña un gato color aceituna.

panteon 1

A la hora señalada, ahí está, a la alegre sombra corintia del primer pilar del pórtico.

Panteon 2

Rodeada por las gentes, su sombra alargada llueve desde el oriente.

Panteon 3

Mochila, coleta, los colores convenidos… ¡es ella!

Panteon 4

Y se pierde en el interior del Panteon. Irá a visitar a Rafael, o a ponerse bajo el óculo para jugar a ver formas en las nubes que se asomen.

Panteon 5

Nota del autor: Una dimensión paralela en Té con Leche

Las horas muertas

( … 21:57 … )

Se arrodilló junto a la losa, pesada y fría (que son adjetivos de losa). Los pies pequeños y descalzos, el vestido blanco de incógnito. El pelo suelto, desmadejado por un viento racheado que le hizo sentir por un momento feliz. Es maravilloso cuando por casualidad, el clima enfatiza tus sentimientos. Sobre la tumba flotaban aún las lágrimas, los rezos, los “tan joven”, “la vida es así”, “¿quién lo habría pensado?” y hasta algún susurrado “fíjate, faltaban dos minutos y el árbitro señaló penalti”.

( … 21:58 … )

Las sombras ya eran alargadas hacía tiempo, y por momentos se empezaban a diluir en el azul oscuro de la primera noche. No había nadie cerca, ningún sonido salvo el ruido de las hojas de los cipreses. Ese silencio es el que necesitaba. Por buscarlo había planeado todo a estas horas en las que ningún vivo querría encontrarse en el territorio de los muertos.

( … 21:59 … )

Un par de tumbas más allá un gato atigrado bostezaba sobre la piedra de granito de otra sepultura.

( … 22:00 … )

Aguzó el oído cuando creyó escuchar el sonido. En un momento en que el viento hizo una pausa, identificó perfectamente el insistente pitido de la alarma del reloj. El último mensaje, un último momento de comunicación con ese cuerpo frío que yacía a dos metros bajo tierra, vivo otra vez durante la fracción de segundo que iba entre que su mente reconociese el sonido y que recordase que ella misma había programado la alarma para esta hora.

( … 22:01 … )

Se levantó con prisa, con decisión y el vestido blanco manchado de tierra. Mientras sorteaba las cruces hacia la puerta trasera del cementerio, se preguntó cuántos meses seguirían las manecillas girando en torno a la muñeca cada vez más delgada. Cuánto la alarma sonando cada noche a las diez. El gato aovillándose con pereza infinita, se preguntaba hasta cuándo tendría que soportar ese agudo, molesto pitido.

Nota del A.: entrada sintonizada con Té con leche > Duda