Las horas muertas

( … 21:57 … )

Se arrodilló junto a la losa, pesada y fría (que son adjetivos de losa). Los pies pequeños y descalzos, el vestido blanco de incógnito. El pelo suelto, desmadejado por un viento racheado que le hizo sentir por un momento feliz. Es maravilloso cuando por casualidad, el clima enfatiza tus sentimientos. Sobre la tumba flotaban aún las lágrimas, los rezos, los “tan joven”, “la vida es así”, “¿quién lo habría pensado?” y hasta algún susurrado “fíjate, faltaban dos minutos y el árbitro señaló penalti”.

( … 21:58 … )

Las sombras ya eran alargadas hacía tiempo, y por momentos se empezaban a diluir en el azul oscuro de la primera noche. No había nadie cerca, ningún sonido salvo el ruido de las hojas de los cipreses. Ese silencio es el que necesitaba. Por buscarlo había planeado todo a estas horas en las que ningún vivo querría encontrarse en el territorio de los muertos.

( … 21:59 … )

Un par de tumbas más allá un gato atigrado bostezaba sobre la piedra de granito de otra sepultura.

( … 22:00 … )

Aguzó el oído cuando creyó escuchar el sonido. En un momento en que el viento hizo una pausa, identificó perfectamente el insistente pitido de la alarma del reloj. El último mensaje, un último momento de comunicación con ese cuerpo frío que yacía a dos metros bajo tierra, vivo otra vez durante la fracción de segundo que iba entre que su mente reconociese el sonido y que recordase que ella misma había programado la alarma para esta hora.

( … 22:01 … )

Se levantó con prisa, con decisión y el vestido blanco manchado de tierra. Mientras sorteaba las cruces hacia la puerta trasera del cementerio, se preguntó cuántos meses seguirían las manecillas girando en torno a la muñeca cada vez más delgada. Cuánto la alarma sonando cada noche a las diez. El gato aovillándose con pereza infinita, se preguntaba hasta cuándo tendría que soportar ese agudo, molesto pitido.

Nota del A.: entrada sintonizada con Té con leche > Duda

7 thoughts on “Las horas muertas”

  1. O_O
    es terrible, qué angustia saber que ahí abajo sigue pasando el tiempo.

    Qué bien esta entrada relacionada con Té con leche, es algo así como si desde mi blog hubiera salido la comitiva del entierro y en el tuyo estuviera ese cementerio de cuadro prerrafaelista con su dama de blanco y ¡¡su gato atigrado!! XDD ¿van a aparecer siempre gatos en tus historias? ¿se conocen el gato color aceituna y el gato atigrado?
    :)

    Precioso texto, pero qué macabro.

  2. creo que después del trabajo color-aceituna y atigrado quedan en el callejón a compartir unas raspas. Aceituna le cuenta lo que ha encontrado detrás de las puertas traseras, y atigrado le pone al día de las necrológicas.

    Ale, ahora deberías tú pintar ese cuadro (o Aro con un lápiz de mina blanda, que también tiene una mano con toque)

  3. verde, verde

    edito: Me había metido ya en la cama y llevaba un par de párrafos leídos de mi libro deantesdedormir cuando se me ha cruzado por la mente que esto quizá necesite una precisión más. Así que antes de que preguntes, preciso:

    verde, y con hueso.

  4. siempre pensé que este relato te eleva a la categoría de escritor, y de escritor de los buenos, oficio que más bien haz desperdiciado escribiendo fantásticos comentarios en “Hay verdades” en lugar de concretarlo en relatos formales (tal vez sos como yo, que escribo casi sólo para contestar, como si fuera necesario alguien que apriete el gatillo para que se dispare la escritura).
    Ojo, lo anterior no demerita cosas que tenés escritas, tan buenas, como el diario de un bosón. Sólo digo que dejaste tanto o más tirado por ahí, perdido en comentarios de blogs, sitio de lectura efímera a los que nadie vuelve luego de haber leído/escrito algo ahí.
    Tanto tiempo después, en este blog en estado de animación suspendida, cesante, inactivo, durmiente, estático, inmóvil, parado, quieto (todo eso dice la palabra ‘estasis’, que me vino a la mente), vuelvo a escribir en esta vieja entrada que, para mí, a diferencia de las horas, no está ni estuvo nunca muerta. O tal vez, a semejanza del relato, desde su tumba me llama a intervalos, para que vuelva a leerlo o para que, como en esta ocasión, se lo de a leer a alguien.
    Alguien lo ha leído hoy, a alguien le ha gustado hoy. Con alguien he compartido hoy este tremendo relato.

  5. Escritor es una palabra muy gruesa para derrocharla conmigo. Dejémoslo en Escribano, que además de sonar más adecuado, es mi tercer apellido. Por demás, en su tercera acepción, escribano es un “Ave paseriforme granívora, con pico corto de base ancha y coloración brillante en los machos”. Definición que me va como anillo al dedo, salvo en lo tocante a la “base ancha” ya que soy de pié más bien pequeño (y sentado mido aún menos).

    Me asombran tus reparos a esos comentarios perdidos, y es que no puedo sino quitarme el sombrero recordando aquella historia del tenaz desafortunado que empezó a cavar un pozo buscando agua y la encontro a los treintaitantos metros de profundidad. El Goyo creo que lo llamaban. ¿Qué sería de el? A mi particularmente siempre me gustó este intramundo generado en los comentarios, lo encuentro más rico, más estimulante. Lo que viene antes es solo eso: apretar el gatillo.

    Me alegro de que a alguien le haya gustado. Un abrazo para alguien, y espero que alguien esté mejor.

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