Frontera

de profundis
(fotograma de De Profundis)

La gente de tierra mira hacia el mar y dice “mira, la línea del horizonte”.
Los marineros miran a lo lejos y dicen, “mira la línea del horizonte. Amenaza tormenta”

Qué sabrán ellos.

Qué sabrán ellos que no sepa el ahogado. Cuando el marinero se convierte en ahogado comprende rápidamente que ha vivido en el engaño, que no existe esa línea, nunca ha existido. Solo el plano oscilante de la superficie, el límite, la frontera entre el aire y el agua, la vida y el vientre de la ballena.

Cuando llegas a esa frontera, la cabeza al aire y el cuerpo en el agua, el límite es preciso y la lucha por situarse a uno u otro lado imperiosa. El trámite de aduanas es largo, es agonía. Es vértigo. El vértigo de la caída hacia abajo, de la línea vertical que se ha de recorrer a plomo cuando los pulmones acaben por llenarse de agua, cuando Newton acabe por vencer a Arquímedes.

Solo entonces, en el último momento que no es de claridad como se dice, sino de máxima confusión, descubre el ahogado que no hay agua, sino otro aire. Que no hay peces, sino otras aves. Que la lastima no es ahogarse, sino no haber aprendido a respirar otro tipo de atmósfera.

(inspirado en de Profundis de Miguelanxo Prado)

Facto Delafé y Las Flores Azules


“Mar el poder del mar”

Me ha encantado la canción y me ha encantado el video.

Un continuo increscendo instrumental junto a la monotonía de la voz mezcladas en el camino lineal hacia adelante, siempre hacia adelante.

Facto Delafé y Las Flores Azules es un proyecto barcelonés (no sé si hablar de grupo tiene sentido aquí) que llevan al parecer algunos años dando guerra pero es ahora cuando empiezan a cosechar éxitos mas allá de su ciudad. Su sonido es genuino, aunque he de reconocer que después de esta, todas me suenan igual, todas con esa voz rítmica pero que no altera el tono, así que no creo que me aficione a esta gente. Pero me quedo con esta canción que ya es algo (ya es mucho)

El video me parece genial en su sencillez, o precisamente por ella. La guapísima Helena Miquel con una voz de terciopelo y profundo azul marino, da paso a Delafé, que despliega un arsenal gestual a trote de rueda brillante. Surrealismo de molinillo y pavo real. Escenario de suburbio sin maquillar, de torres de alta tensión y vías de tren.

Eso sí, al videoclip le sobran los diez últimos segundos. Debería haber acabado mirando al cielo. ¿a qué viene esa payasada final? ¡vaya forma de cagarla!

Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para. Esto no se para.

EL hombre que confundió a su mujer con un sombrero

EL hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Oliver Sacks es neurólogo, londinense de origen y profesor en el Albert Einstein College de Nueva York. Es también el autor de unos cuantos libros, y aunque en ningún momento deja de ser un médico, sus escritos tienen mucho de narración. No elude la terminología, y parece que escribiera para sí mismo sin importarle un pimiento que sus lectores se pierdan, aunque curiosamente esa pérdida no se produce y uno va pasando sobre korsakov, la L-Dopa, encefalitis, agnosia, hasta que se hacen términos familiares.

Sacks tiene ahora 83 años, aunque el libro data del ochenta y cinco, escrito por otro Oliver de 52 años. En veinticuatro capítulos repasa otros tantos casos clínicos que se ha encontrado a largo de su carrera profesional, narrados (que no novelados) en primera persona. Los casos se estructuran en cuatro grandes bloques: Pérdidas, Excesos, Arrebatos y El mundo de los simples.

En “Pérdidas” nos presenta lo que la neurología mecanicista define como déficits.
En el caso que da nombre al título nos cuenta la historia del doctor P, hombre brillantísimo y con una dote musical excepcional que sin embargo, sin ser consciente de ello es incapaz de captar lo abstracto. Por tanto, podrá ver un guante y solo percibirá “una superficie continua plegada sobre si misma de la que sobresalen cinco bolsitas” sin ser capaz de identificarlo como lo que es. Del mismo modo es incapaz de abstraer las caras para identificarlas, percibiendo solo los rasgos concretos.
El caso de Jimmie es estremecedor, un síndrome de Korsakov (perdida de memoria reciente, en la película “Memmento” se relata un korsakov), cuya memoria quedó estancada en 1945, creyéndose permanentemente en los 19 años. Las situaciones que algo así provocan son espeluznantes. Cuando a J. le mostraban fotos de la Tierra vista desde el espacio, quedaba totalmente confundido cuando le explicaban que eran fotos reales. Al igual que los encuentros con su hermano menor, a quien no podía reconocer en un hombre tan mayor. Lo peor de todo, lo más trágico, es cuando veía su rostro de diecinueve años en el espejo, y este como en una pesadilla le devolvía la imagen de un anciano. Por fortuna y a la vez por desgracia en pocos minutos olvidaba lo ocurrido.
De los casos relatados en el libro, de todas esas neuropatías que uno nunca pensó que pudiesen existir, el que más me ha impactado, estremecido, aterrado, es el que titula “la dama descarnada”. Más allá de los cinco sentidos, tenemos algunos otros, menos evidentes, pero tan importantes como aquellos, el sentido del equilibrio, el de la propiocepción y… (no me acuerdo del tercero). Hace poco hablábamos en los comentarios de las pérdidas sensoriales, pero los déficits en estos otros sentidos son aún más temibles. La propiocepción es ese que reside en toda la red nerviosa de nuestro cuerpo y que nos da el conocimiento, el sentir, de nuestro propio cuerpo. Sin necesidad de verme la pierna, siento que la tengo, que está ahí y en qué postura está. Puedo coger objetos o teclear porque sé “por dónde andan” mis dedos sin necesidad de verlos o palparlos. En el caso del libro una mujer de buenas a primeras deja de “sentirse”, no siente su cuerpo, es difícil de imaginar. Sentirse desencarnado, una conciencia sin materialidad. Las consecuencias, a parte de la tortura psicológica, son también nefastas: el cuerpo se torna inmanejable, una montaña de carne que se derrumba dejada del control del cerebro. Moverse es impensable. Solo con entrenamiento y viendo con los ojos aquellas partes que se quieren mover se pueden hacer movimientos, mantenerse en pié. Mirar a la pierna, sin perderla de vista llevarla desde aquí hasta allí… en cuanto se pierde la visión directa se pierde el control. Pensar que algo así le puede pasar a alguien es temible, es como el “hombre del saco” que viene y se te lleva… literalmente.
Por ir resumiendo, otros casos llamativos: el del hombre que se despertó un día sintiendo que su pierna era ajena a el y se cayó de la cama al intentar echar de su lado “aquella cosa” repulsiva. O el hombre que con el sentido del equilibrio alterado era incapaz de darse cuenta (salvo al verse en un video) que andaba inclinado, como la torre de Pisa. La mujer que ha perdido la noción de “izquierda”, por lo que se maquilla únicamente la parte derecha de la cara; para girar a la izquierda tiene que girar hacia la derecha tres veces hasta dar con la dirección correcta; o para comerse un plato se tiene que comer la parte derecha, luego girar hacia la derecha hasta que aparezca lo que antes no veía y volver a comerse la parte derecha de lo que queda, y así en un acumulo de medias partes infinitesimales, como la flecha de Zenon que nunca acaba de llegar a la diana.

“Excesos” es todo lo contrario, los casos en los que la potenciación exagerada de alguna función tiene consecuencias igualmente singulares. Este es un enfoque, según Sacks, no contemplado por la neurología de aquel entonces, que solo entendía al sujeto como un mecanismo donde las funciones podían funcionar o no funcionar, estar encendidas o apagadas, pero la idea misma de un “funcionamiento excesivo” o sobreabundante no entraba en los cánones dejando fuera de juego a muchos pacientes.
El síndrome de la Tourette entra en esta clasificación. Personas con una hiperactividad exagerada que se concreta en tics gestuales, o a veces sonoros, compulsiones de todo tipo. Estudiando los síntomas, me he dado cuenta de que yo hace unos años era algo Tourettista, aunque por suerte me he moderado. No voy a dar detalles de en qué baso esta hipótesis, porque son en la mayoría de los casos bastante bochornosos, como aquella vez en que un hombre me preguntó si le estaba tirando los tejos y le tuve que explicar que lo de guiñar el ojo era un tic nervioso. (conste que ya no me pasa).
Otro caso curioso es el de un hombre con un síndrome de Korsakov que al verse constantemente en entornos y situaciones que no podía explicar (recordar como entro allí, a quien tenía delante…) inventaba cada pocos minutos identidades nuevas para el y los que le rodeaban con una verborrea veloz. Perdido para siempre en el cansancio de mil identidades entre las que no podría nunca encontrarse a sí mismo.
Un caso más de hipertourettismo, el de una mujer que convulsivamente imita las caras y gestos de todo el que le rodea, con precisión de mimo, en un torbellino de identidades suplantando a la suya propia, poseída por los otros. El paciente de Tourette se ve obligado a luchar entre ser el mismo, o ser puro impulso dinámico.

En la sección Arrebatos la función deja paso a lo fenomenológico, es decir, casos donde no es una función corporal o sensorial la afectada sino que existe un fenómeno, un suceso perturbador.
Se narran varios casos en los que los pacientes “oían” sin poder evitarlo una música, como si estuviesen escuchando una radio, pero estaba en su cabeza. De forma continua e incontrolada, a veces a volúmenes tan altos que les impedían dormir o hablar con otras personas. Unas veces una canción de la niñez repetida una y otra vez (¡horror!). Otras veces un repertorio más amplio.
Otra persona se vio de repente con el sentido del olfato potenciado hasta tal punto que se transformo en una segunda vista, con un contenido tan rico que solo es comparable al olfato de un perro. Sacks cree ver en este fenómeno una involución a capacidades olfativas de las que nos desprendimos al vivir en sociedad. El mismo Freud habla del olfato como “una baja” entre los sentidos, reprimido en el desarrollo y la civilización.
También estremecedor el caso de un hombre que mato a su mujer estando bajo los efectos de una droga prescrita para tratamiento psiquiátrico. Del suceso no podía recordar nada. Pero años después repentinamente el recuerdo volvió de forma constante y era incapaz de dejar de revivir el asesinato de su esposa, torturándole una y otra vez.

Por último en “El mundo de los simples” contemplamos casos de deficiencia mental, autismo y de sabios-idiotas (idiot savant). Casos estilo autista que cuenta de un vistazo las 138 cerillas que se caen al suelo (como aquella escena de Rayman, portagonizada por Dustin Hoffman), o el de “Los Gemelos” ambos autistas y con una capacidad de calculo matemático que se sale de las tablas (se entretenían intercambiando números primos de hasta 12 cifras) y que al parecer han sido estrellas mediáticas en la televisión estadounidense de los sesenta.

Pudiera parecer que es una colección de personajes de “La parada de los monstruos”, pero eso se desprende solo de un resumen tan rápido y embarullado como este. El libro empieza con una reivindicación del paciente neurológico como persona en su totalidad, y no como un soporte anónimo para la patología:

[los historiales clínicos] “nada nos cuentan del individuo y de su historia; nada transmiten de la persona y de la experiencia de la persona, mientras afronta su enfermedad y lucha por sobrevivir a ella. En un historial clínico riguroso no hay ‘sujeto’; los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida (‘hembra albina trisómica de 21’) que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; sólo así tendremos un ‘quién’ además de un ‘qué’, un individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad… en relación con el reconocimiento médico físico.”

Me parece muy llamativa esa visión del historial clínico como una narración, así dicho explícitamente por un médico (un doctor Carter en sus mejores momentos). Pensar que cada persona tiene un cuento propio, una historia que además hay que poner en el contexto de nuestro cuerpo, que nos influye a nivel físico.
También habría que matizar que el enfoque general es neurológico y no psiquiátrico. Es decir, debajo de todas estas afecciones hay un desencadenante físico, tangible, una alteración de las estructuras corpóreas cerebrales.

Mención también a la idea del diseño de portada de la Editorial Anagrama, jugando con el conocido “Ceci n´est pas una pipe” de Magritte. Muy bien traido.

“El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” muestra desde dentro un mundo en el que no solemos pensar los ajenos a las ciencias de la mente, y abre muchos caminos por donde adentrarse (por ejemplo los insistentemente referenciados escritos de Luria) para profundizar en este campo que es tremendamente interesante. Otra lectura directa es la del horror ante los peligros que incubamos en nuestro interior. Bombas que en cualquier momento pueden explotar en el núcleo más vital de nuestra personalidad. Aunque por suerte, en la mayoría de los casos la cuenta atrás, como en las películas malas, se detiene en el último segundo.

The Bangles – Walk like an egyptian

bangles

Letras Bilingües 01

The Bangles. Grupo formado en Los Ángeles en el 81 con la peculiaridad de estar formado en su totalidad por mujeres, cosa no muy común en el mundo del rock, aunque no sea un caso único. Lo que no me viene ahora a la cabeza es ningún grupo mixto, pero bueno, tampoco es que sea un experto ni mucho menos en historia del rock. El nombre de grupo significa “brazaletes”. Entre sus más famosas canciones están “Eternal Flame” y esta que tenemos aquí: “Walk like an egypcian”, desenfadada, marchosa y apta para hacer el ridículo en cualquier fiesta (o si no que se lo digan a los del video). El video por cierto… le daremos un aprobadillo teniendo en cuenta que se hizo en los ochenta, criaturas.

El Inglés con EFEjota: Lesson One
The Bangles – Walk like an egyptian

All the old paintings on the tombs
They do the sand dance don’t you know
If they move too quick (oh whey oh)
They’re falling down like a domino

Todas las viejas pinturas en las tumbas
hacen la danza de la arena y no sabes
si se mueven demasiado deprisa (oh del oh)
Caen como un dominó

All the bazaar men by the Nile
They got the money on a bet
Gold crocodiles (oh whey oh)
They snap their teeth on your cigarette

todos los hombres del bazaar por el Nilo
consiguieron el dinero en una apuesta
cocodrilos de oro (oh ey oh)
aprietan los dientes en tu cigarrillo

Foreign types with the hookah pipes say
Ay oh whey oh, ay oh whey oh
Walk like an Egyptian

los extranjeros con las pipas del hookah dicen
Ay oh ey oh, ay oh ey oh
Camina como un egipcio

The blonde waitresses take their trays
They spin around and they cross the floor
They’ve got the moves (oh whey oh)
You drop your drink then they bring you more

Las camareras rubias llevan sus bandejas
Giran alrededor y cruzan el suelo
Ellas tienen el movimiento (oh ey oh)
Derramas tu bebida, entonces ellas traen más

All the school kids so sick of books
They like the punk and the metal band
When the buzzer rings (oh whey oh)
They’re walking like an Egyptian

Los chicos de la escuela tan enfermos de libros
Les gusta el punk y la banda de metal
Cuando el zumbido suena (oh ey oh)
Ellos caminan como un egipcio

All the kids in the marketplace say
Ay oh whey oh, ay oh whey oh
Walk like an Egyptian

Los chicos en la plaza del mercado dicen
Ay oh ey oh, ay oh ey oh
Camina como un egipcio

Slide your feet up the street bend your back
Shift your arm then you pull it back
Life is hard you know (oh whey oh)
So strike a pose on a Cadillac

Desliza tu pie sobre la calle, curva tu espalda
Cambia de brazo y tiralo hacia atrás
La vida es dura, ya sabes (oh ey oh)
Así que prueba una postura en un Cadillac

If you want to find all the cops
They’re hanging out in the donut shop
They sing and dance (oh whey oh)
Spin the clubs cruise down the block

Si quieres encontrar a todos los polis
Están colgados en la tienda de donuts
Cantan y bailan (oh ey oh)
Torciendo la travesía de los clubs, bajo el bloque

All the Japanese with their yen
The party boys call the Kremlin
And the Chinese know (oh whey oh)
They walk the line like Egyptian

Todos los japoneses con su yenes
Los chicos de la fiesta llaman al Kremlin
Y los chinos saben (oh ey oh)
Andan en fila como los egipcios.

All the cops in the donut shop say
Ay oh whey oh, ay oh whey oh
Walk like an Egyptian
Walk like an Egyptian

Todos los polis en la tienda de donuts dicen
Ay oh ey oh, ay oh ey oh
Camina como un egipcio
Camina como un egipcio

Nota del A.: Tómense con extrema cautela las traducciones aquí hechas.

Una buena pregunta

(Las Chicas Gilmore, Temporada 6ª, Capítulo 2, Minuto 3)

El de la gorra, tiene guasa, se llama Luke.

Queda confirmado, Lucas se corrió una buena juerga con los guionistas aquel día. El ron corrió abundantemente a cargo de la casa, e incluso se rumorea que alguien propuso rematar la trilogía con un Ewok bailando “Yellow submarin” disfrazado de Luis XIV. Por suerte un wokie alopécico que pasaba por allí, muy concienciado con los problemas de melenudos y chincheteros para encontrar trabajo, oyó la “feliz” idea y se llevó del local al infortunado guionista, que al día siguiente no pudo comprender qué hacía colgando de un árbol en Sebastopol.

Nota del A.: No, definitivamente no es esto lo que yo quería hacer con el blog.

Asunto substancial

En otro orden de cosas el subsecretario de la subsección segunda del organismo subsidiario para la lucha contra la sublevación en submarinos, ha dado en fechas recientes un sublime mitin en el que, subliminalmente, se avisaba de las repercusiones que la atrofia submaxilar en los suboficiales de navio pueden llegar a tener sobre los motores de propulsión subacuatica. Si bien se ha querido subrayar que la posición del gobierno subsahariano se vería penosamente menoscabada de cara a sus súbditos, no ha pasado por alto a la comunidad internacional el modo en que subrepticiamente se ha introducido la cuestión en el orden del día. “¡Nos toma por subnormales!” exclamaba el presidente del subcomité momentos antes de subrogar a la subcontrata encargada del catering. Por fortuna al final se pudo subsanar la cuestión y subsiguientemente el enfrentamiento fue evitado. A día de hoy, de subsistir algún conato de rebelión sería fácilmente soslayable mediante la substitución del siguiente eslabón en la cadena de mando, sin olvidar las substanciosas recompensas para quien delate maniobras subversivas. No hace mucho que se hallaron importantes documentos en el subsuelo de la cámara de juntas, en cuyos subterráneos quiso el comité esconder los papeles incriminatorios, cosa que habrían logrado de no toparse con las vías del suburbano que une el centro con los suburbios. Cuando fue acusado de ocultación, el capitán (por añadidura subcampeón de danza submarina) quiso evadir sus responsabilidades con el argumento de que le habían controlado el subconsciente mediante una inyección subcutánea. No tardó el subdelegado en subestimar estas declaraciones desviando la conversación al mal estado del subfusil del cabo segundo. Queda por tanto demostrado que el responsable subsidiario, toda vez que el subinspector resultó ser un subjetivista redomado, no era otro que el subprefecto, que es después de todo un subproducto de la jerarquía.

Peligro: Fotones

Aviso urgente:

Recientes estudios advierten de que sacar fotografías desgasta la materialidad de lo fotografiado. En cada toma millones de fotones inciden sobre la superficie de los objetos y/o/u/aeae personas erosionando las moléculas epiteliales. Debido a este efecto, se estima que una persona con un índice de fotogenia normal que se verá expuesto a lo largo de su vida a alrededor de medio millón de tomas, perderá entre 4 y 7 segundos de vida.

La OMS en estrecha colaboración con la ONU y la NES-QUICK ha puesto en marcha numerosos comités de crisis, simposios, y picnics al aire libre para tratar de atajar un problema que ya algunos han calificado como la pandemia del siglo 21,5. En el último comunicado conjunto de las entidades antes citadas se hizo un llamamiento a la ciudadanía a evitar en la medida de lo posible las aglomeraciones de turistas nipones, toda vez que es en sus inmediaciones donde el gradiente de desgaste epitelial se dispara hasta valores, que en palabras del presidente de BIMBO son “altamente preocupantes” (si bien nadie ha podido aclarar las competencias de esta entidad en las investigaciones, no seremos nosotros los que incurramos en el descrédito de un producto que, asociado con nocilla, ha de traer grandes satisfacciones).

Registro vital

Habitación de Hotel

( :…: enlazando con el final de la entrada anterior :…: )

Cualquier niño nacido de hace un año en adelante (en el primer mundo, claro) va a contar con un registro gráfico de su vida vastísimo. Tendrá 300 fotos de su primer mes de vida, contemplado desde todos los ángulos (esta cifra variará en función del grado de embobamiento de los padres). Cada cumpleaños, suyo, de sus padres, primos o hermanos, cada amigo de la infancia, cada viaje, cada persona que conozca… ¡Todo! tiende a quedar registrado y el uso del “clic” llega a ser compulsivo. Ahora descubrimos que lo que nos subyugaba el índice no era ni más ni menos que el bolsillo. Ahora recordar sale gratis.

El mundo de la fotografía se puede abordar desde muchos puntos de vista, y la mayoría de ellos me atraen irresistiblemente. Uno de esos enfoques, nunca mejor dicho, es el de la fotografía de la memoria autobiográfica. Desde que tengo cámara digital, he cogido la estúpida costumbre de fotografiar todas las habitaciones de hotel en las que duermo. Es completamente anecdótico recordar cómo era tal o cual habitación, pero la obsesión por la imagen perdida llega a este tipo de extremos en quienes somos de neurona frágil. Naturalmente, hay otros muchos recuerdos que no son tan vacuos y que se convierten en preciosos para nosotros. La facilidad con que el homo digital puede capturar esos momentos es envidiable.

Este es el futuro de “los digitales”. En el pasado de los analógicos (por oposición) hay muchos más huecos. Hay caras que nunca se podrán recordar, como mucho nos toparemos algún dia por casualidad con una versión más madura de aquella. Hay lugares que han desaparecido o entornos que se han trasformado. Situaciones perdidas. Y ya nunca podremos hace la foto que en su momento no tomamos.

¿pero es recordar asimilable a guardar una imagen? Hay veces que no. “Vale más una imagen que mil palabras”. No siempre, no todo es expresable visualmente. Pocos ojos detrás de una cámara son capaces de meter en la imagen toda la atmósfera no visual que la rodea. Lene a veces lo consigue, pero muchas otras veces su imagen cobra sentidos ocultos gracias a la palabra. Cualquiera capta luz con una cámara. Algunos captan sonido, sensación, temperatura, emociones.

Dicen los expertos en estas lides que antes del año 2040 una persona podrá almacenar en video toda su vida en un dispositivo del tamaño de un garbanzo. ¿Te imaginas? Grabar lo que ves a través de tus ojos para no perder nada de lo vivido. Claro, que haría falta otra vida extra para ver lo grabado. ¿Y qué se grabará cuando estés viendo un pasaje grabado? Se podrá ver y grabar un pasaje grabado en el que estás viendo y grabando un trozo grabado de tu vida. Es como un juego borgiano de espejos enfrentados e imágenes infinitas. Microsoft tiene en marcha un proyecto llamado SenseCam que persigue precisamente esto, aunque claro está, por ahora no es un garbanzo lo que ocupa la camarita que toma 2000 fotografías al día (una cada 43 segundos) y que hay que descargar periódicamente en otro soporte. ( + ) Hay una película que toma esta idea como argumento: “La memoria de los muertos”. Aunque he leido críticas lo suficientemente negativas como para verla, creo que correré el riesgo cuando tenga oportunidad.

Todo esto posiblemente se parezca más a una distopía que a un sueño alcanzado, pero ahora tiramos cien fotos donde antes hacíamos diez. El anhelo de inmortalizar está en nosotros. Y puede que sea incluso más tenaz ese deseo, el de inmortalizar, que el de inmortalidad. La memoria, aunque no se soporte en nosotros sino en la foto. Después de todo, tarde o temprano se está lo suficientemente cansado como para echarse a dormir.

Nota del A: la dirección de este blog no se hace responsable de las ideas vertidas por la dirección de este blog

La Pastura

Ayer tenía pensado hablar de Artabán, el cuarto rey mago. Sí, el cuarto, como el quinto Beattle, pero en cuarto y en rey. Como siempre, parece que hay una historia oficial y mil comadreos por las esquinas, y en esto de las fábulas lógicamente, pues mucho más. La tradición en algunos sitios ha dado cuatro reyes y en otros se contabilizan hasta doce. Pero como ayer fue un día epistolarmente intenso por varios motivos, no pude dedicarle el tiempo que pedía Artabán, que ya solo en el nombre destila misterios caleidoscópicos. Así que daré por cerrado el tema con una cita:

Los Reyes Magos no son más que Artabán, uno y trino, el más mágico de los magos. Artabán es el que nunca acaba de llegar, el que está llegando. El gozo de las vísperas. El que siempre se echa en falta. Artabán, cuando llega con su túnica de mangas verdes, a buenas horas, dice que mejor que lo echen a uno de menos que de más. Por eso acude adrede tarde a la cita de Babilonia y deja que se le adelanten los otros tres, los oficiales, los que salen en los cuadros y en los nacimientos, en los textos sagrados y en las cabalgatas. (Antonio Burgos)

“El gozo de las vísperas”. Lo más mágico del día de reyes, no es el interior de los paquetes, sino los ruidos en la oscuridad y la ilusión de la noche. La misma ilusión con que se prepara un viaje o se empieza un libro. En la víspera de un viaje están todas las promesas y ninguna de las decepciones.

Pero hoy quería hablar de La Pastura, porque hoy a las tres de la tarde, es la Pastura. Es un tradición de mi pueblo y con asombro he descubierto que es una tradición única. Al menos no he podido encontrar información sobre nada parecido en ningún otro sitio, por lo menos con ese nombre. No me interesa hablar de “la pastura” sino de “mi pastura”. Hoy será una entrada autobiográfica y ombliguista.

La cosa comienza rebuscando en el armario que hay sobre la escalera. Esta escalera de la que hablo era (ya no es) bastante curiosa, porque todas suelen tener un armario debajo, pero esta además, tenía uno encima, sobre la zona de los peldaños más bajos. Uno de esos armarios que normalmente inspira desconfianza y miedos, pero el día cinco se convertía en el armario donde, colgando de un gancho, estaba la cesta de la Pastura. La mía era una cesta cilíndrica de mimbre pintado de un pastelón azul celeste, con un ribete en el borde que alternaba blanco y negro. Mi abuela Isabel (que mira por dónde aparece ahora en la red que no llegó a conocer ni siquiera a sospechar) nos preparaba la cesta llenándola de trigo, cebada o algo por el estilo. Cuando las campanas de la Iglesia tocaban a las tres de la tarde, todos los niños del pueblo acudíamos, cada uno con su cesta llena de cebada a la iglesia donde el Cartero Real acompañado de su paje, venía para pregonar la inminente llegada de “sus majestades los Reyes Magos de Oriente”. Terminado el pregón que resonaba con ecos en las alturas de la nave de la iglesia, volvíamos corriendo a casa para hundir las manos en la cebada de dónde asombrados, desenterrábamos golosinas que la “mano invisible” del cartero real había dejado en la cesta.

Pastura para mi siempre fue un sustantivo cargado de significado propio, sin necesidad de más referentes, aunque ahora claro, veo el que es evidente: pasto. La idea original parece ser la de que los niños llevan pasto para los caballos del Cartero Real, quien en agradecimiento deja misteriosamente las chucherías en las cestas. Misteriosamente, y con manos invisibles, porque claro, siendo algo tan asombroso como “Cartero Real” de los Reyes Magos, no se puede simplemente hacer el truquito de sacarle un sugus al niño de la oreja. Hay que hacer las cosas tan a lo grande como el cargo exige. Yo sin embargo nunca capté esa finalidad en mi cesta de cebada, para mi solo era el velo necesario para que se produjese la magia, el elemento ocultador, el magma del que brotaban los misterios. Por otro lado, nunca vi a ningún caballo apacentarse con la pastura. Para dar cuenta de todas aquellas cestas que llevábamos el Cartero Real habría tenido que venir en elefante.

Me habría gustado ilustrar todo esto con alguna foto, pero al parecer en los archivos familiares no hay registro alguno de estos hechos. Conociendo como conozco el funcionamiento de mi red neuronal, quizá debería sospechar de la existencia pasada de todos estos hechos. Pero no, la explicación más sencilla y por tanto la real según Occam (“Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”) es que, como ahora descubro, soy un ser humano analógico. Los hay digitales, que cuentan con registro completo de su vida en ceros y unos. Yo tengo la suerte de tener inmensas lagunas en la memoria y los registros. Lagunas que puedo llenar a mi gusto con fábulas fantásticas en tonos azul y rojo.

Qué magos son los reyes magos

Informándome sobre el asunto, me ha sorprendido leer que en Argentina también se practica la noche de reyes. Pensándolo mejor, no es tan llamativo si, como dicen, abundan por allí los gallegos. Si eran gente lista, a parte de las meigas fritas se llevarían para allá esta sana costumbre. Yo pensaba que era una tradición netamente española (como las uvas de fin de año) pero al parecer es algo que está extendido por todos lo países con tradición católica. Siendo así, me ahorro las explicaciones que traía preparadas, ya todos sabemos de qué hablamos.

Los evangelios nos hablan de unos astrónomos u hombres de ciencia que vinieron a ofrecer al niño Jesús oro, incienso y mirra. Nada sabemos de en qué invirtió este oro la Sagrada Familia, pero sí podemos suponer que el incienso lo quemaron de inmediato para apaciguar el olor a establo. La mirra, teniendo en cuenta que es una “gomorresina en forma de lágrimas, amarga, aromática, roja, semitransparente, frágil y brillante en su estructura” pues vete tú a saber en qué la emplearon: quizá de adorno, quizá en un potaje.

Reyes magos. San Apollinare Nuovo

Sobre esta narración evangélica el mundo cristiano forma la leyenda de los Reyes Magos. Según los estudiosos, en el siglo III se dio por sentado que eran tres (seguramente basándose en la “treseidad” de los regalos) y en el siglo V se les concedió el estatus monárquico. La primera vez que aparecen reflejados con los nombres con que los conocemos es en el friso de mosaico que corre a lo largo de la nave central de San Apolinar Nuovo, en Rávena (las tres figuras de gorro rojo en la foto, perdonad el encuadre pero cuando tiré la foto no tenía en mente hablar de ellos) En torno al siglo décimo se extendió la creencia de que eran sacerdotes persas aunque tuvo más éxito la teoría de la procedencia interracial, según la cual Melchor era el representante de Europa, Gaspar el sionista de origen asiático, y Baltasar el africano. No obstante, Baltasar no pasó a ser negro hasta el siglo XVI. He estado especulando con la idea de que Baltasar sea un antecesor de Michael Jackson. Visto así, si su tatarataratabuelo pudo ennegrecer, lo de Miguelito no es un blanqueo sino la simple activación de un gen regresivo gracias al cual ha vuelto a sus orígenes.

La fiesta en sí, empezó a celebrarse en el siglo tercero en la comunidad cristiana oriental de Constantinopla (los que quieran a Woody Allen que entren en trance). Existía en esa fecha la fiesta pagana del nacimiento de Aion, deidad relacionada con el Sol y el tiempo, y para más inri, nacido de una virgen (Kore). Un cómputo erróneo situaba el solsticio de invierno en este día. La celebración se extendió a occidente, pero en este caso se tomo el culto de Mitra como referente. El día 25 era la fecha del nacimiento de Mitra, divinidad solar que nació en una cueva y a quien los primeros en adorar fueron unos pastores (familiar, ¿verdad?). En este punto el cristianismo ha usado el mismo razonamiento que Google cuando compró Youtube: para qué te vas a molestar en montar una fiesta si ya hay una con la infraestructura bien organizadita de la que te puedes apropiar. Cuando se produjo la unificación de la fiesta de la Navidad entre las iglesias orientales y la romana, era evidente que no se podía abandonar la fiesta del día 6, por lo que se instituyo la Epifanía.

La costumbre de los regalos sin embargo no surgió hasta mediados del siglo XIX. Se pretendía hacer frente a la tradición pseudopagana de San Nicolás. Este fue obispo en Mira (Turquía) conocido por su generosidad. De esta figura deriva el Santa Claus o Papa Noel.

Según los cánones la noche del día cinco hay que irse pronto a la cama. Dejar preparado unos vasitos de coñac o dulces para los reyes y forraje o agua para los camellos. Siempre me ha asombrado la capacidad de absorción etílica de sus majestades, así como la potomanía de las cabalgaduras, suponiendo que todo el mundo les dejase preparado el tentempié y que ellos por no hacer el feo se verían obligados a tomarlo (luego está la versión light donde el coñac se sustituye por leche, pero aún así… ¡que barbaridad de litros!). El día seis muy temprano hay que levantarse a abrir los regalos. En mi casa siempre ha sido mi padre el primero en levantarse (y levantarnos a todos ya que es algo que hay que hacer en familia) para abrir los regalos, demostrando así que en el fondo es el más niño de todos pese a las canas.

Y ahora sucumbo a la presión ejercida por “alguien que yo me sé” para que dé una lista de libros que no me importaría encontrar el día seis envueltos en papel de regalo:

– “El alma está en el cerebro. Radiografía de la máquina de pensar”. Eduardo Punset.
– “Introducción a la antropología”. Marvin Harris. Alianza Editorial
– “Mira por dónde. Autobiografía razonada”. Fernando Savater.
– “Perdonadme ortodoxos”. Fernando Savater
– “Introducción a la mitología griega”. Carlos García Gual. Alianza editorial.
– “Ciberiada”, Stanislaw Lem. Alianza Editorial (en la ed de bolsillo, la moradita porfa)
– “Relatos del piloto Pirx”. Stanislaw Lem. Alianza Editorial (idem)
– “Historia visual del mundo”. Ed. Parragon
– “El universo elegante: supercuerdas, dimensiones ocultas y la búsqueda de una teoría”. Brian Greene
– “La condición humana actual”. Erich Fromm.
– “chocolates, huesitos y demás delicias”… vale, esto no es un libro, pero es de lo más importante.

¡¡Tachán!!

Es que uno no sabe cómo arrancar estas cosas. No parece adecuado empezar a hablar así por las buenas del hábitat de la marsopa asiática o de las calorías que encierra una galleta campurriana. Así que he estado pensando cómo empezar esto de publicar el blog y se me han ocurrido varias opciones:

1.- Subir al escenario y hacer una reverencia, momento en el cual se me caerá la chistera dejando al descubierto tres palomas, un conejo albino y… ¡sí, una marsopa asiática!
2.- Llegar silbando como al disimulo, girar a la izquierda, luego a la derecha, tres más a la izquierda y… abrir la caja fuerte. ¡vaya, no hay nada! Fracaso total. Ya que estoy aquí me pone un cortado y un croissant. Gracias.
3.- Entrar exultante de entusiasmo, hablando a gritos: “¡Cómo están ustedes?”. Contar un chiste de leperos, otro de esos de “van tres: un francés, un inglés y un español…”. Luego hacer un caniche con un globo alargado de color rojo.
4.- Acercarme por la alfombra roja hasta el atril, sacudirme las partículas de polvo del traje. Saco el discurso inaugural de un bolsillo secreto de la chaqueta. Doscientos folios mecanografiados. Cuando acabo el limpiador nocturno me invita a un café.

La verdad es que no es nada fácil, así que voy a optar por algo más cercano, más espontaneo en cierto modo, y según dicen, que nunca falla: “el tachán”. Pues sí, ahí va:

Con todos ustedes: “Marte Rojo”. ¡¡¡Tachaaaaán!!!